el aliento de un copo de nieve,
el calor de una hoja recién caída
o el brillo de una estrella
que entre la niebla se pierde.
Dame el aire que desplaza tu cuerpo,
la gota de lluvia que tus labios besen,
la oscuridad de un sueño eterno
o el gozo de tus ojos cuando amanece.
Dame, acaso, tu silencio
inmaduro, doloroso, inquietante, verde
o tu sonora palabra
jovial, estremecedora, alegre.
Dame, entonces, tu abrazo
tranquilo, inmenso, sencillo, tenue
para calmar las negras dudas
que en mí por la noches se alberguen.
Dame, si quieres, una alas para el corazón
que volando con ligereza hacia ti me eleven,
por guía, el rayo amarillo del sol
que, quizás, entre las nubes se cuele.
Dame algo, dámelo,
para saber
que aún tu mano y tu vida
me tiendes.
E.F. - 1º de Bachillerato
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