A lo largo de los siglos se ha arrastrado el problema de la discriminación por el necio hecho de ser o pensar diferente. Cuando hablo de “ser diferente” me refiero a que existan diferencias entre personas tanto a nivel físico como a nivel cultural. Estas diferencias abarcan el color de piel, la nacionalidad o el idioma.
Durante los últimos años se ha dado en todo el mundo un proceso de universalización que, apoyado por los nuevos medios de transporte, ha logrado la traslación de millones de personas a nuevos lugares del planeta donde han establecido su hogar.
Muchos ven un inconveniente en este proceso de universalización: no quieren ver en sus calles a gente que vista, hable o parezca diferente. Antiguamente, esta gente extranjera vivió marginada e incluso perseguida bajo la pena de muerte. El paso del tiempo nos ha mostrado que este es el futuro y que, aunque queramos evitarlo, no podremos detenerlo.
A la gente que no lo acepta, la consolaré con un argumento basado en su propio beneficio. Hablo del beneficio mutuo que existe entre los que vienen y los que aprueban su llegada. Este beneficio es meramente cultural, un enriquecimiento que puede resultar muy útil a ambos. Todo lo que supone aprender es bueno y no hace falta hacerse el mejor amigo del que viene, simplemente vale con aceptar su llegada, con tolerar el cambio, con no ser un “antiguo”; esa posición que tanto criticamos.
Este tipo de relación se debe fundamentar en el respeto pero es muy importante que sea por ambas partes. Si uno de los dos no la cumple, será imposible que algo salga bien. Puede resultar difícil, son muchas las diferentes culturas que habitan en una misma ciudad, pero tienen que luchar por mezclarse, por ser capaces de convivir y no crear un mundo aparte, una especie de gueto en la que solo pueden habitar los que son iguales.
Seamos tolerantes por si acaso necesitamos que ellos lo sean con nosotros.
Durante los últimos años se ha dado en todo el mundo un proceso de universalización que, apoyado por los nuevos medios de transporte, ha logrado la traslación de millones de personas a nuevos lugares del planeta donde han establecido su hogar.
Muchos ven un inconveniente en este proceso de universalización: no quieren ver en sus calles a gente que vista, hable o parezca diferente. Antiguamente, esta gente extranjera vivió marginada e incluso perseguida bajo la pena de muerte. El paso del tiempo nos ha mostrado que este es el futuro y que, aunque queramos evitarlo, no podremos detenerlo.
A la gente que no lo acepta, la consolaré con un argumento basado en su propio beneficio. Hablo del beneficio mutuo que existe entre los que vienen y los que aprueban su llegada. Este beneficio es meramente cultural, un enriquecimiento que puede resultar muy útil a ambos. Todo lo que supone aprender es bueno y no hace falta hacerse el mejor amigo del que viene, simplemente vale con aceptar su llegada, con tolerar el cambio, con no ser un “antiguo”; esa posición que tanto criticamos.
Este tipo de relación se debe fundamentar en el respeto pero es muy importante que sea por ambas partes. Si uno de los dos no la cumple, será imposible que algo salga bien. Puede resultar difícil, son muchas las diferentes culturas que habitan en una misma ciudad, pero tienen que luchar por mezclarse, por ser capaces de convivir y no crear un mundo aparte, una especie de gueto en la que solo pueden habitar los que son iguales.
Seamos tolerantes por si acaso necesitamos que ellos lo sean con nosotros.
A.S.C. - 1º Bachillerato
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