17 may 2012

EL NIÑO ESPEJO

     Un día normal como otro cualquiera Mario, un niño pobre, vagaba por las calles en busca de dinero y algo para comer. Sus padres le echaron de casa porque no podían mantenerle por más tiempo. Solía dormir detrás de un viejo castillo en una pequeña tabla de madera que encontró en el vertedero de Moscú, su ciudad natal. Desde pequeño quería ser como los demás, y siempre se fijaba en la forma de ser y la manera de vestir de todos porque pensaba que cuando se pusiera a trabajar iba a ser como los demás: se compraría la misma ropa, intentaría llevar el mismo estilo de vida y dejar de ser un sin techo formando una familia. A pesar de que se moría de hambre, todo lo que conseguía se lo daba a los demás pobres que convivían con el. Era un niño con un gran corazón.

    Todas las tardes iba de puerta en puerta pidiendo comida o dinero. Todos le daban algo, hasta que llegó a una casa de unos señores mayores que tenían fama de ser muy buenos con todo el mundo. Estos le dieron un saco con frutos secos: nueces, avellanas, pistachos y almendras. Esta comida la repartió entre todos sus compañeros hasta que se terminó, y él por ofrecérsela a los demás no probó nada. Volvió a aquella casa para pedir más. Mario les dio explicaciones de por qué regresó por más comida. Los abuelos le comprendieron y, sorprendidos, le ofrecieron que se quedara a cenar en su humilde casa, bajo un techo y con el calor de una estufa, lo mejor para aquellos días de invierno. Mario muy contento entró y se quedó a comer con esos pobres ancianos.

    Durante la comida le dijeron a Mario que era una gran persona por haber ofrecido toda la comida a los demás. Mario en ese momento se quedó mirando a través de la ventana a un precioso caballo blanco que brillaba por la luz de la luna llena pensando que él era la persona que siempre quiso ser. Aunque no vistiera igual que los demás, por dentro era como él siempre soñó. Era una persona con un gran corazón, que siempre pensaba y se preocupaba por los demás antes que en él mismo. Simplemente Mario veía reflejado en los demás cómo era él sin que se diera cuenta. Desde entonces creció como todos los demás niños. Asistió al colegio y fue adoptado por esos ancianos. 

Al cabo de unos años encontró trabajo y fue reconocido por todas las personas del pueblo gracias a su amabilidad y su gran corazón ya que todas las tardes iba a dar de comer a sus viejos amigos que vivían debajo del puente; tenían mantas y comida suficiente para todos.

Ana - 2ºA ESO

1 comentario:

  1. Que bueno es este relato en poco tiempo te dan el premio Cervantes.Diego S.M. 2ºA

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