Sara
tomó la carta del escritorio como si su mero contacto le abrasara
por dentro. En ella solo se leían dos palabras “Te queremos” y
eran las únicas palabras que le quedaban de su familia quienes
habían muerto por protegerla.
Aunque
no lo parezca, Sara es descendiente del gran mago Merlín. Puede
parecer una ventaja pero no lo es. No cuando tienes detrás de ti a
un mago psicópata descendiente de Morgana que mató a toda tu
familia. Además no es muy tranquilizador saber que dentro de unos
días ese loco se hará con el control del mundo, a no ser que ella
lo detenga, y para ello solo cuenta con la ayuda de unos cuantos
magos, su amigo Jack el dragón y un perro que se asusta hasta de su
sombra. Y Sobín el malvado contaba con la ayuda de todo un ejército
de inmortales.
Habían
pasado algunos días y estaban a punto de salir a la batalla. Jack le
pidió a Sara si podían hablar un momento y, una vez solos, él
dijo:
-
Todo saldrá bien. Solo tienes que pronunciar el hechizo que lo
vaporizaría para siempre de la faz de la tierra y ya está.
Sara
sonrió y, acto seguido, salió a combatir.
Llevaban
horas luchando, estaban cansados, desesperados y la muerte se palpaba
en el ambiente. Sara no aguantó más: dio un paso al frente, respiró
hondo y, con lentitud, pronunció el hechizo hacia Sobín, quien fue
alcanzado por el golpe, aunque debería haberlo parado. Pero eso ya
no importaba, Sobín estaba ahora tumbado en el suelo y Sara, por
primera vez en mucho tiempo, podía respirar tranquila.
Guadalupe Gallego Martínez.
2º de ESO B.
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