Elvira dejaba caer sus pensamientos
como las gotas de lluvia sigilosas que acariciaban el cristal de su ventana,
vaticinando además la llegada de un invierno frío, oscuro, solitario, olvidado
por todos. Mientras, su abuelo contemplaba este paisaje expectante, intentando
arañar de manera discreta alguna de estas gotas logrando el objetivo de
desgarrar la mente de aquella jovencita apesumbrada.
Pilar, su madre, estaba en la cocina abriendo
a hurtadillas un sobre nada esperanzador, pues su cara cambió de tono al leer
el contenido de la carta, diagnóstico que Elvira pronosticó hace tiempo, porque
mamá era tan predecible… Sus nervios, el café a todas horas, los desvelos. Su
mirada ausente en aquellos días era signo de algo importante, temido, pero
inevitable, como la llegada del invierno, de la cual, las dos eran conscientes.
Gastón, el pequeño de la familia,
jugaba con los soldaditos, los coches y las construcciones, despreocupado y
feliz, rebosando alegría e inocencia. Ignorando todo aquello, Elvira alzó la
voz fuertemente y se dirigió a su hermano: “¡Gastón, para ya!”
El
pobre Gastón se asustó.
Veloz, recogió sus juguetes en el cestito de mimbre y su sombra se perdió por
la casa.
El abuelo, muy asombrado por la reacción
de la chiquilla, pues no solía comportarse así nunca, le preguntó: “Elvira,
¿qué te pasa?”
La muchacha ni siquiera levantó la
mirada para dirigirse a su abuelo angustiado. Sus ojos, que algún día fueron brillo, ahora estaban atrapados por unas
inmensas ojeras. Su blanca tez se confundía fácilmente con la pared donde se
encontraba apoyado su cuerpo frágil, cansado, derrotado. “El invierno iba a
empezar pronto”, pensaba Elvira, sin poder evitar regar el suelo con sus
lágrimas al igual que la lluvia regaba la verde pradera.
- Abuelo, ¿quieres que te cuente un
secreto? – dijo Elvira con la voz entrecortada y secándose las lágrimas–. Está
llegando el invierno, blanco, hermoso, eterno. Con su fría nieve, con su cálida
Navidad y su chocolate caliente. Es tan bonito… Pero nadie sabe que llega, sólo
mamá y yo. Mamá sabe aprovecharlo y lo cuida. Se va con él, a disfrutarlo, a
vivirlo, a sentirlo.
Se oye
un fuerte ruido en la cocina. Las gotas de agua ya son nieve. Mamá no tiene
pulso. El invierno ya llegó.
Carmela T. C.
D. 2º ESO
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