25 abr 2013

AGUA Y NIEVE


Elvira dejaba caer sus pensamientos como las gotas de lluvia sigilosas que acariciaban el cristal de su ventana, vaticinando además la llegada de un invierno frío, oscuro, solitario, olvidado por todos. Mientras, su abuelo contemplaba este paisaje expectante, intentando arañar de manera discreta alguna de estas gotas logrando el objetivo de desgarrar la mente de aquella jovencita apesumbrada.

Pilar, su madre, estaba en la cocina abriendo a hurtadillas un sobre nada esperanzador, pues su cara cambió de tono al leer el contenido de la carta, diagnóstico que Elvira pronosticó hace tiempo, porque mamá era tan predecible… Sus nervios, el café a todas horas, los desvelos. Su mirada ausente en aquellos días era signo de algo importante, temido, pero inevitable, como la llegada del invierno, de la cual, las dos eran conscientes.

Gastón, el pequeño de la familia, jugaba con los soldaditos, los coches y las construcciones, despreocupado y feliz, rebosando alegría e inocencia. Ignorando todo aquello, Elvira alzó la voz fuertemente y se dirigió a su hermano:  “¡Gastón, para ya!”

El pobre Gastón se asustó. Veloz, recogió sus juguetes en el cestito de mimbre y su sombra se perdió por la casa.

El abuelo, muy asombrado por la reacción de la chiquilla, pues no solía comportarse así nunca, le preguntó: “Elvira, ¿qué te pasa?”

La muchacha ni siquiera levantó la mirada para dirigirse a su abuelo angustiado. Sus ojos, que algún día fueron brillo, ahora estaban atrapados por unas inmensas ojeras. Su blanca tez se confundía fácilmente con la pared donde se encontraba apoyado su cuerpo frágil, cansado, derrotado. “El invierno iba a empezar pronto”, pensaba Elvira, sin poder evitar regar el suelo con sus lágrimas al igual que la lluvia regaba la verde pradera.

- Abuelo, ¿quieres que te cuente un secreto? – dijo Elvira con la voz entrecortada y secándose las lágrimas–. Está llegando el invierno, blanco, hermoso, eterno. Con su fría nieve, con su cálida Navidad y su chocolate caliente. Es tan bonito… Pero nadie sabe que llega, sólo mamá y yo. Mamá sabe aprovecharlo y lo cuida. Se va con él, a disfrutarlo, a vivirlo, a sentirlo.

Se oye un fuerte ruido en la cocina. Las gotas de agua ya son nieve. Mamá no tiene pulso. El invierno ya llegó.       
                          
Carmela T. C. D. 2º ESO

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