Un
día vi una luz en el cielo,
cuan
hermosa como un beso robado,
cuan
brillante como un fugaz destello,
cuan
buscada como el ladrón amado.
Era
blanca como la nieve fría.
Era
alegre como nuestras sonrisas,
muy
misteriosa, pues razón tenía,
aunque
efímera como la vida.
Entonces
vi que graciosa pasabas,
y
en mi interior se me escapó de pronto.
¡Luz,
divertida! ¡Pero si aquí estabas!
Eternamente
yo te agradezco,
por
ser tú mi luz que lo alumbra todo.
Yo
te puedo decir: Mamá, te adoro.
Carmela C. D.
2º ESO
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