Introduje la mano en el bolsillo izquierdo de mi pantalón y acaricié la pequeña caja. Era una caja normal y corriente. La volví a meter en el bolsillo y entré en la librería. Compré un libro y me fue a casa.
Cuando llegué, entré, me quité la ropa y me puse el pijama. Sostenía la pequeña caja en mi mano y la tiré al fuego. Soledad me lo pidió.
Mientras veía cómo se quemaba la caja, sonó el teléfono. Colgué. Soledad me lo pidió. Me dispuse a leer un libro. Decidí releer mi libro favorito: El Príncipe de la Niebla. Me lo había leído cien veces, o más.
Leer libros es mi pasión. La verdad es que son mis únicos amigos, aunque mi mejor amiga se llama Soledad. Tiene mucho carácter y se enfada cuando salgo a la calle aunque solo sea para comprar leña, libros o incluso comida. Soledad dice que si hablo con alguien ella se tendrá que ir muy lejos, tan lejos que no la volveré a ver más. Si los libros me hablasen, Soledad ya se hubiese ido hace mucho tiempo. Pero yo no quiero que se vaya, por eso le hago caso.
En mi casa no tengo espejos. A Soledad no le gustan. Ella misma me dijo que quemase la caja. El otro día leí en un diccionario en la página doscientos noventa y tres, columna tres, fila ocho el nombre de mi mejor amiga, Soledad. Ella me prohibió leer la definición, porque no le gustó y seguidamente me mandó que quemara el diccionario.
A veces me pregunto si Soledad lo hace por mi bien o porque le fastidia que haga cosas sin contar con ella. Pero yo sé que para que no se enfade tengo que hacerle caso, pues si no se marchará. Yo vivo en "soledad" y con Soledad.
Vanesa G. M.
2º ESO
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