25 jun 2014

ARANTXA: UN NOMBRE, UNA HISTORIA


Resulta, cuanto menos, curioso averiguar el origen del propio nombre. Investigar de dónde procede mi nombre, Arantxa, me ha permitido, por una parte, aprender un poco más sobre la importancia del origen etimológico de nuestros nombres; y por otra, profundizar en el conocimiento de mis antepasados y en mi propio autoconocimiento. Ahora entiendo lo que quería decir José Antonio Millán cuando afirmaba en su página web, que ‘’un hombre y un nombre van unidos’’. 

Utilizaré mi nombre, Arantxa como ejemplo para explicar la transcendencia de un nombre propio, desde una triple perspectiva. Primero, como atributo ligado a una persona; en este caso, ligado a mí misma. Segundo, por su relación con mi propia genealogía, y en último lugar, por su relación con la sociedad. Estos tres aspectos aparecen, lógicamente, interrelacionados.

Con respecto al primer punto, en mi caso particular, fueron mis padres quienes eligieron este nombre. Después de preguntarles por los motivos de su elección, he sabido que tuvieron en cuenta varias consideraciones. La más importante fue encontrar un nombre que les gustara, que estéticamente resultase atractivo. Arantxa no solo les pareció acertado en ella, sino también a mis abuelos, especialmente a mi abuela paterna; esto enlaza con el segundo motivo: el origen vasco de Arantxa. Mi abuela siempre mostró especial interés por conservar el vínculo con las raíces vascas de nuestra familia, la familia ‘’Oliden’’. Tanto a ella como a mis padres, les pareció a la vez oportuno y original elegir un nombre vasco que encajara con mi apellido.

He de admitir que aplaudo esta elección sobre mi nombre. Al igual que para mis padres, para mí, el motivo más importante es el estético. Desde mi punto de vista, ‘’Arantxa’’ es un nombre, a la vez sencillo, sonoro y que me evoca cierta asertividad, e incluso rotundidad. Si dejo volar mi imaginación, puedo apreciar alguna semejanza entre ‘’Arantxa’’ y su etimología popular que lo asocia con los espinos. Tanto en mi nombre como en mi carácter intuyo cierto paralelismo y ambivalencia: por una parte, está la indudable belleza de los espinos, con sus flores blancas y olorosas (me resulta curioso que tanto en la palabra blanca, como en Alba y Arantxa, la única vocal sea la ‘’a’’), y por otra, sus ramas espinosas le dan un toque de fortaleza, un ingrediente que le aporta un matiz arisco, que tengo que reconocer que también yo poseo, no solo en mi persona, sino incluso en mi nombre Arantxa. Es como si la vocal de mi nombre le aportara la inocente blancura y belleza; y la rotundidad de los sonidos consonánticos aportarán ese tono arisco defensivo. Por ello, estoy convencida de lo acertado de la elección de mi nombre, ya que encaja perfectamente conmigo misma.

En cuanto al segundo motivo para elegir este nombre: el genealógico, como ya apunté más arriba, no discrepo en absoluto de la voluntad de mi familia; por el contrario, lo veo como un motivo perfectamente válido y acertado. No es que menosprecie otras opciones, como elegir el santo del día, -en mi caso, me hubiera llamado Isidora- o el nombre de la madre u otro pariente cercano; pero considero más fundamentada la elección de mis padres.

“Todo acto de bautismo tiene su propia historia, de la que es ajeno el receptor” (Gallarín, 2009, p. 20). Afortunadamente, en mi caso se conjugan satisfactoriamente la historia de mi bautismo con la elección de mi nombre. Con esto, pretendo hacer referencia a su decisión de no imponerme, no ya el nombre del santo de ese día, sino uno de los nombres de mujer que he leído en el árbol genealógico de mi familia, como por ejemplo: Petra, Gabina o Juliana.

A este respecto, no quisiera dejar de hacer alusión a este preciado libro que mi padre conserva, donde se recoge el origen de la familia vasca ‘’Oliden’’, llegando incluso a remontarse al año 1500. Esta joya de mi familia recoge los estudios realizados por El Instituto Vaco-Navarro de genealogía y heráldica, donde se aprueba nuestro origen nobiliario. 

El origen vasco de Arantxa –aunque este nombre no aparezca anteriormente en nuestro árbol genealógico -me parece suficiente tributo a nuestros ancestros.

No puedo dejar de hacer referencia al último aspecto que, en mi opinión, va unido al propio nombre: el social. Mi nombre, Arantxa, es un claro ejemplo de la interacción de la lengua vasca y la española (interacción que han probado lingüistas de la talla de Mª Teresa Echenique), que, a su vez, refleja una interrelación y mutuo enriquecimiento del pueblo vasco y las distintas regiones de España. En mi caso concreto, además de mi nombre, mis apellidos dan fe de ese mutuo enriquecimiento: el paterno ‘’Oliden’’ de origen vasco, y el materno ‘’García Sáenz de Miera’’. Aunque García, primitivamente, apareciera en Navarra, ya en la Edad Media se había extendido ampliamente por Castilla y el resto del País.

Se podría afirmar que el hecho de llevar el nombre Arantxa donde aparece el fonema ‘’tx’’, antes no permitido en España es, además, un ejemplo de mayor libertad de expresión, que nuestros padres han conseguido para nosotros. Me  produce cierta satisfacción ver que en mi nombre, se encierra un grado de transgresión,  de rebeldía en defensa de nuestras libertades; rebeldía que confieso que también es una de las características de mi temperamento.

Para finalizar, solamente me resta mencionar que  me siento más identificada con la forma Arantxa, que con Arántzazu o cualquiera de las restantes variantes vascas del nombre. En ningún caso, lo considero una forma hipocorística,  sino un nombre con identidad propia, identidad que incluso La Academia de la Lengua Vasca, le reconoce.

Arantxa Oliden


No hay comentarios:

Publicar un comentario